lunes, agosto 07, 2006

El pobrecito hablador

Agosto se acerca a su plenitud. Estando aquí, desde mi habitación de nuevo, observo cómo el termómetro oscila en ciclos, según controlo el aire acondicionado. Es curioso comprobar cómo unas pocas décimas, sin necesidad de llegar a un grado, cambia de forma tan increíble nuestras emociones.

Es una de las luchas pendientes de la humanidad. La ansiedad por querer controlar las emociones, a sabiendas de que eso no es siempre lo mejor. Y todo lo que escribo tiene un porqué. Espero que su destinatario sepa leer entre líneas. No es lo mismo querer controlar las emociones que saber interpretarlas. De lo contrario, seríamos aún más impulsivos. Las hormonas hacen su papel.

Cambiamos de tema a la vez que enlazo. Hablaba de hormonas... Resulta que es cierto, según un estudio que ahora no consigo encontrar, que cuanto mayor sea la diferencia entre el dedo anular y el corazón, mayor cantidad de testosterona (por regla general) segrega tu cuerpo. La verdad es que yo no me lo creo, pero por curiosidad me gustaría ver las manos del pseudocampeón del Tour de Francia, Floyd Landis.

En unos pocos días comenzará la vuelta a España, y no es que el ciclismo me parezca un deporte apasionante para verlo en la tele. Pero prefiero coger yo mi bici e irme donde me parezca. Aquí donde vivo tenemos la suerte que se puede elegir entre rutas en llanuras y de montaña. Y si aún no te parece bien, puedes ir a la playa y alquilar un pato con pedales. Lo que empezó con el ciclismo está variando hacia las carreteras. Después de recorrer más de 4000 km estas vacaciones creo que tengo algo de crédito, y es que básicamente recorriendo las Españas te encuentras obras y obras fantasma. Este último tipo son aquellos tramos (de autovía, generalmente) en los que no hay nadie trabajando, pero tienen varios kilómetros apestados de conos y señales amarillas. Se podría entender que fuese un día de descanso, pero lo increíble es que no hay indicio alguno de actividad reciente ni próxima en el futuro. Lo más probable, creo yo, es que sea un modo de destinar dinero público para falsear las cifras de empleo.

Otro problema viario que crea más de un quebradero de cabeza es la nomenclatura de la "Red de carreteras del Estado". Hace unos pocos años se inició un proceso lógico por el que las autopistas y autovías que se llamasen N-000 pasaban a conocerse como A-00. Así, la N-630 se convirtió en A-66, la N-323 pasó a ser la A-44, la N-IV se conoce hoy como A-4, la N-634 se llama ahora A-8, y nuestra cercana N-340 se denomina A-7.
El problema es que nuestra filosofía Tarde, mal y a rastras® se aplicó también en esta ocasión, y se quedó este proceso a medias.
Así, aún vemos hoy a turistas extranjeros por qué cuando al intentar entrar en la A-7 el carril de aceleración les conduce a una autovía conocida según los postes que marcan los puntos kilométricos como la N-340. Y lo mejor aún es que "ambas" son la E-15.

En fin, esperemos que no me pase nada. La inactividad me conduce a las pajas mentales, y de ahí a la psicosis hay un paso...