sábado, mayo 19, 2007

Los intereses del individuo

Aquí estoy, en el ordenador de mi casa, a poco más de las diez y media.

Resulta que esta tarde íbamos a grabar la última escena de una película que hacemos como trabajo en el instituto a las ocho y pico. Hasta entonces, había quedado con mis amigos, y tuve que dejarles para poder quedar. Interrumpí un partido de fútbol para ir a vestirme y preparar la cámara, y de no ser por la tal escena, ahora mismo estaría en Almería, celebrando el ansiado ascenso a Primera.

Ocurre a veces que un individuo o varios que forman parte de un grupo, anteponen sus intereses a los del grupo. Hoy, ahora mismo, ocurre ante mi impotencia. Hace poco más de una hora, a las nueve y veinticinco, recibí una llamada de un miembro de mi grupo:

- Oye, que luego te llamamos para hacer eso de inglés.
- Vale, pero dentro de un rato, que estoy cenando. ¿Dónde estáis?
- Luego te llamamos, luego te llamamos... [Bip, bip, bip; bip, bip, bip...]


Eso ocurría una hora más tarde de cuando debíamos comenzar. Mi rabia aumenta, pero me la trago. Pienso que ya tendré tiempo de liberarla ante la persona adecuada.

Pasa el tiempo. Termino de cenar, lo que hice corriendo, para estar listo por si me llaman. Veo en Localia que la gente disfruta mientras yo voy a pasar parte de la noche haciendo algo a disgusto. "Qué remedio", pienso, mientras me pregunto por qué lo hemos dejado todo para el final.
Sí, ya, no tenemos cámara. Pero eso es sólo parte del problema. Porque cuando nos hemos visto con el agua al cuello, bien que la hemos conseguido.

Sigue pasando el tiempo. A las diez, llamo al que hace un rato me había llamado a mí:

- Que ya hace un rato que terminé de cenar, cuando queráis lo hacemos y acabamos cuanto antes.
- Ya, ya... Luego te llamamos.
- Vale, pero ¿dónde está... [CUELGA]


Puedo aguantar que me utilicen, que pasen de mí y que me sigan utilizando, pero nunca que me dejen con la palabra en la boca. Nunca.
Además, esa negativa a contestarme me hace indicar que están en un sitio donde no deberían. ¿Con amigos, en Aguadulce, poniéndose ciegos? ¿En Almería, donde yo debía estar, poniéndose ciegos? Da igual. El caso es que me siento estúpido, y engañado. Muy estúpido, y muy engañado. Porque si todos estamos igual de enfangados en esto, lo lógico es que lo mínimo es que intentemos hacerlo, ya sea bien o mal, y acabarlo cuanto antes para olvidarlo para siempre.

Y desde las diez y veinte hacia acá vengo pensando en qué voy a hacerles y por qué siempre me toca a mí quedar como un gilipollas. Mi inocencia me lleva a pensar que quizá hay una razón y que no piense mal. Y un huevo de pato viudo. Me están puteando y muy bien. Soy como el tonto que paga y aplaude.

Así que decido escribir esto, para que no se me vaya a olvidar dentro de un tiempo lo que estoy sintiendo esta noche. Muchas cosas, y ninguna buena. Y cuanto más veo la fiesta del ascenso, más imbécil me siento.

Sin embargo, aún queda lo mejor: mañana era el día en que yo, solo, en mi casa, iba a hacer la edición de la película. "En un rato se hace", según el individuo que me llamó. Sí, y de hecho tan iluso era que pensaba que podríamos entregar el viernes, grabando prácticamente todo el miércoles y el jueves por la tarde. De donde no hay, no se puede sacar.

Así que sigo aquí, en mi casa, lamentándome por ser tan iluso, lamentándome por no estar en Almería como debí haber hecho, y lamentándome de ser tan gilipollas. Esperando que me vuelvan a llamar en horas intempestivas, y poder, por fin, gritar y mandar a alguien a la mierda. Pero no pienso grabar nada más. Por ahí, no paso.

ACTUALIZACION: me acaban de volver a llamar, a las once y media:

- Jose, que vengas, que estamos en el 501.
- ¿Que vaya ahora? Pues no te queda nada.
- ¿Cómo? Pero tío, que no te va a comer ningún lobo.
- No, ya lo sé, pero estoy harto de que me utilices así.
- Pues ya está.
- Pues adios.
- Hasta luego.